Biografía

Hace 24 años Ismael Serrano tenía 24 años. Era 1997, el año que publicó ‘Atrapados en azul’, un disco que lo hizo famoso de golpe en España y en América. Eran canciones, varias, que miraban atrás (“hace veinte años vivías atrapado en el gris”) para ajustar cuentas desde el presente con una frase, en su canción más emblemática, que sirvió de bala fantasma a una generación: ‘Papá, cuéntame otra vez’. Ese año, también, el diario El País publicó una pequeña entrevista a Julián Herráiz, desde hace más de treinta años a cargo del Libertad 8, bar en el que tocaban anónimos como Rosana, Luis Pastor, Javier Álvarez o el propio Ismael Serrano. El titular era muy sugerente: “El éxito de los cantautores es un fenómeno madrileño”. Casi todos los fenómenos percibidos en Madrid como tales se consideran automáticamente madrileños, pues solo son éxitos si se perciben en la capital, algo que tiene mucho de verdad: allí están los medios de comunicación que llegan a toda España. Pero a Ismael Serrano aquel éxito vallecano, por ponernos locales, se le escapó a Latinoamérica, donde se entendió tan bien como en España el mensaje: “Sin embargo a veces pienso que al final todo dio igual / Las hostias siguen cayendo sobre quien habla de más”. Y prefiguró un Ismael Serrano al que resultaba imposible entrevistar sin las etiquetas sabidas de café, guitarra, estudiantes y hoguera que a su generación le fueron colocando indiscriminadamente; el milagro de ‘Seremos’ es que vuelve a despojarse de todas sin abandonar una sola causa.

“Yo no me considero un bicho raro”, dijo en 1999 al diario argentino Página 12. “El problema es que muchas veces el autor peca demasiado por introspección, por cantarle a lo que uno vive y siente. Creo que también hay que saber mirar fuera de uno mismo. Me enmarco en la tradición de la canción de autor que viene definida por Silvio, Serrat, Aute o Jara”. En verano de 2020, año de la pandemia, escribe los versos de ‘Un último acto de rebeldía’: “Yo he soñado con vender mi alma al diablo para tener tu ovación, para estar siempre a tu lado. Yo he bebido el agua sucia de los charcos y he perdido la razón, he vuelto a casa descalzo”. Por ahí se entienden estas trece canciones que levantan un corpus extraordinario, el de un poeta en estado de gracia que se sacude las contradicciones y destruye los clichés en donde los prejuicios más perezosos lo incluyen. No hay nada en el álbum que remita a los tics del exterior y sí un despliegue formidable de música con socios como Pablo Alborán en ‘La primera que despierta’ o de Jimena Ruiz Echazú en ‘Cuando llegaron ellas’; la primera, sobre los cuidados casi siempre acaparados por mujeres con las que, canta Serrano, se contrae cada día una deuda imposible ya de pagar. O en ‘Porque fuimos’, con Clara Alvarado y Litus, donde se proyecta el disco entero: la advertencia adulta de mirar más allá del suelo, a superar un tiempo que explícitamente no se nombra pero que empapa el disco; recoge los cristales rotos por el virus y los recompone para recordar cómo eran antes de fabricar unos nuevos. En todos sus discos, el padre de Ismael Serrano, Rodolfo Serrano, escribe una letra. El título de ésta, ‘Derramando nuestros sueños’, parece responder a aquel ‘Papá, cuéntame otra vez’ si no se tratase de una de las mejores canciones del disco: “Me hablaba de canciones y poemas, de cursis cantautores engreídos, mientras se apretaba contra el pecho un disco mío”.

En ‘Los idus de marzo’ de Thornton Wilder, una de las mejores obras sobre Julio César, el emperador romano dice esta frase: “Es imposible no convertirte en la persona que los demás creen que eres”. Es una de esas citas que pueden tumbar una vida si uno se la cree. Si no podemos ser esclavos de lo que fuimos, y nos rebelamos para no serlo, de qué manera podemos serlo de la percepción que los demás tienen. Por eso crecer (“crecí, me hice mayor, aplazaba el futuro”) y ser uno mismo, sin peajes ni concesiones, son dos traiciones necesarias. Por eso, también, desde ‘Atrapados en azul’, el disco que lo consagró en 1997, a ‘Seremos’, el artista se ha matado varias veces. Pequeños asesinatos cometidos por Ismael Serrano contra los muchos ismaeles serranos que el tiempo y los demás han creado, atentados contra sí mismo desde la autoparodia, expresada muchas veces en sus redes sociales sobre el prototipo cantautoril con que se le asocia, pero sobre todo desde la música; como en este disco, donde no renuncia a las huellas, pero crea otras nuevas. Por si acaso, avisa en el primer tema: “No soy el cantautor que vino a ordenarte la vida”, y siguen varios “no soy” hasta poner la pica: “No soy tu inspiración, no soy tu carcelero, no soy un tipo duro, no soy tu salvación”. No sólo no somos los que los demás creen, sino que ni siquiera quienes creemos nosotros. De ‘Seremos’ queda claro, al menos, que los crímenes de Ismael Serrano dejan cadáveres exquisitos, fake news bajo un buen puñado de canciones que a él lo conservan intacto, fiel a sí mismo y al misterio. El resto, escribió Emily Dickinson, es perjurio.

Manuel Jabois