No tanto practicar, pero sí pensaba mucho en ella, como si se las cantara. Ella aparece en la obra incluso como protagonista. Los niños conocen secretos e idiomas que el adulto desaprende. Esa falta de prejuicios, de pudor… Los pequeños bailan y disfrutan de la música o el teatro sin preocuparse por nada. Muchas veces me pregunto en qué momento pierdes esa alegría.
Sí, soy de una generación que ha crecido descubriendo la poesía a través de Gloria Fuertes. Recuerdo las canciones de María Elena Walsh, las de Rosa León… Son referencias muy claras. También con La bola de cristal, El planeta imaginario… ese tipo de programas que creo que ya no existen. Aunque ahora los niños se conectan a través de internet a los contenidos, echo en falta ese tipo de espacios que no tratan a los niños como idiotas. Creo que son todo lo contrario, un público muy inteligente porque se lo cuestiona todo.
En una época en la que la cultura se queda en un segundo plano, ¿cree que en los primeros años es fundamental inculcar el amor por el teatro?
Totalmente, el teatro no solo es cultura, también es un espacio de encuentro. En una sociedad que tiende a atomizarse, a que estemos separados unos de otros, el teatro une y crea conexiones para entender que no estás solo. Los niños vendrán con sus padres, pero encontrarán otros niños con los que poder interactuar. La obra habla sobre los miedos, por ejemplo, intenta romper los estereotipos. Tener miedo no es malo, ni llorar tampoco, a pesar de que muchas veces le digan a los niños: “Si dejas de llorar te regalo esto”.
En su disco La llamada (2014) hablaba sobre los efectos de la crisis. ¿Los niños han sido los grandes perjudicados?
Yéndonos al extremo, el nivel de pobreza infantil es dramático. Pero también padecen las familias en las que se vive el desempleo o la precariedad, como los padres que no pueden darles vacaciones a sus hijos o venir al teatro. Cuando esa precariedad se instala en tu vida es difícil compaginarlo con la vida familiar.
Después de que sus canciones sirvan como banda sonora de una generación, ¿con este proyecto continúa pasando el testigo a sus hijos?
Si hay algo bonito que conectó a muchos cantautores con la generación en la que vivían fue que crecieron con ellos y compartieron vivencias. Lo que no puedo hacer, con 40 y tantos años, es seguir haciendo lo mismo que antes, tengo que vivir lo que me toca.
Sería absurdo que siguiera manteniendo una pose adolescente, a pesar de que mi generación tiene un síndrome de Peter Pan permanente. Soy padre y está bien cantar sobre esta experiencia. Es muy bonito cuando la gente que te sigue desde hace veinte años y te ha acompañado siempre, ahora te sigue también desde la experiencia de la paternidad.
La vida del cantautor… En unos años tocará hablar de la jubilación.
Sí, supongo que sí, hablaré de los problemas de próstata [risas]. Lo que deberíamos hacer es vivir todo lo que nos pasa de manera entregada. En unos años hablaré de que en un viaje del Imserso me enamoro de una señora con la que me viajaba en el autobús… Ahora solo pienso en esta obra, que considero que es un regalo para mi hija que podrá ver cuando sea mayor.
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